'Perdonadme, señores expreso el nuevo e ilustre académico de nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales; don Arturo Alessandri Palma, en un momento transcendental para la vida del país y para la suya, al agradecer el 25 de Abril de 1920, la designación como candidato a la Presidencia de la República -perdonadme, señores- decía si en un arranque de licita satisfacción afirmo, sin que pueda ser contradicho, que solo por obra de mi constante, inquebrantable y obstinada energía, al amparo de nuestra justa y niveladora democracia, hijo de mis obras, alcanzo hoy la honrosa distinción que vosotros me otorgáis'.

Con toda justicia el señor Alessandri debe sentir y puede repetir en esta solemne oportunidad, los mismos conceptos; y nada de lo que habrá de decir en este momento el personero de la Facultad será bastante para exaltar la obra de este maestro de la política, tan honda y tan solida, que el juicio de la historia recogerá para vigorizar las fuentes eternas de la patria y de la democracia chilena.

No seré yo, por cierto, quien exteriorice su labor, que es un fenómeno de genialidad nacional; ni seré tampoco quien se atreva a escalar las altivas, las eminentes cumbres de su trayectoria, donde el hombre, el político y el jurisconsulto brillan sobre la conciencia colectiva con luz propia y purísima. En el bloque montañesco de su vida, a cuyo alrededor se agitaron vientos adversos y propicios, no se ha movido, no se ha podido violentar una piedra. Y nuestra modestísima palabra apenas será, en su entusiasmo, sedante aleteo que no alcanzara jamas las obras de la cumbre. Otras voces tendrán resonancias mas firmes y la acústica del tiempo repetirá sus notas, la mía solo cumple el encargo recibido de la Facultad y da la bienvenida al nuevo académico en nuestra Casa de Estudios Superiores.  

Si a muchos hombres se les ha criticado porque no hiciesen lo que dijeron, ninguno es mas digno de galardón por haber, hecho tanto de lo que dijo. Durante treinta años de su vida, la política chilena giro en rededor suyo, y ya en el ocaso de su carrera luminosa, desde la apacible serenidad de su retiro, parece repetir con Lelio, el filosofo de la amistad : 'No me interesa menos lo que la República será después de mi muerte, que su presente estado'.

No seria discreto, ni posible, que yo ensayara aquí su semblanza, estudiada en su labor proficua. En estas apreciaciones incompletas, arrancadas al tráfago del combate diario y a la preocupación por las cosas de la Universidad, aspiro solo a señalar algunas jornadas de su vida. Porque la acción de don Arturo Alessandri ha 'sido intensa, múltiple y compleja. La constante brega le obligo a utilizar todos los aspectos de su talento, puliendo cada vez mas las facetas, que pronto brillaron como el diamante. Ha sido abogado, periodista, profesor, político, orador y estadista que defendió sin claudicaciones su programa en la prensa, en la tribuna popular, en el parlamento. Constituyente y legislador se inspiro en los sanos principios del derecho; gobernante, procuro la felicidad de su pueblo; consejero de estadistas colaboro en los problemas del progreso nacional y en la obra santa de asegurar la paz en este continente, irradiando a través de todos sus actos una extraña corriente de simpatía personal que busca, por el amor de los seres, el nexo imponderable que vincula a todo lo creado.

Abiertos los ojos a la sublimidad de nuestra naturaleza y su inteligencia al medio que le rodeaba, tuvo la rara fortuna de recibir desde niño, entendiendola, la lección continuada y magnifica del libro de la vida. Une a su decidida vacación por las cosas del espíritu, a su admirable resistencia para el trabajo, una maravillosa aptitud para comprender y para sentir. La resolución, la confianza en si mismo y la pasión impulsadora jamas faltaron en el escolar despejado y rebelde; en el estudiante universitario, polemista y precursor de las investigaciones sociales; en el opositor y titular del cargo de bibliotecario en la Biblioteca Nacional, y luego, en la del Congreso; en el activo y polifacético miembro del Ateneo y del Club del Progreso; en el flamante abogado que abandona la comodidad funcionaria para forjarse, con no poco ingenio, una clientela profesional; en el candidato y poseedor de los altos puestos de parlamentario, ministro de Estado y Presidente de la República; en el instituyente y el orador; en el conductor de multitudes y en el Jefe de un hogar preclaro.

Primero, el amor y el respeto a los padres; mas tarde el amor y el ejemplo a los hijos; ayer y hoy, el amor y la devoción a la patria; siempre el amor y el culto a la vida, fueron y son el Norte de una ruta sin desmayos.

Vario el paisaje: a la agreste soledad de los campos que enmarcaron su niñez, siguió, en la adolescencia, la algarabía del colegio y de la Universidad ; el silencio de las austeras salas de lectura de las bibliotecas alterno con el bullicio de las asambleas y de los cenáculos literarios o políticos; las apoteosis se dieron la mano con los exilios. Pero, 'el hombre', con la conciencia del predestinado y el tesón de quien forja a su amaño su propio destino bajo la apariencia de entregarse a el, con la entrega reiterada y total de sus sentimientos y de sus fuerzas, no ha variado. Su preocupación constante por el bien publico trasciende por doquiera, aun en las producciones exclusivamente literarias que por su indole no se prestan para ello. Quiere a la Patria grande, fuerte y prospera. La siente y la comprende en sus riquezas; en el venero inagotable de sus minas; en la vastedad de sus campos fértiles; en el tesoro siempre renovado de sus bosques; en ese conjunto bendecido por la Naturaleza que solo espera, para dar sus frutos, la acción fecunda del hombre; la siente y la comprende en la inteligencia, en el valor y en el esfuerzo de sus hijos. Pero la siente y la comprende también en su debilidad y en sus miserias, que ahogan o retardan, a veces, la expansión de su poder; en la intolerancia ideología, en la disensión cada vez mas acentuada del sentimiento nacional, y hasta en el abuso de las formulas democráticas que el mismo prohijara.

Su obra de estadista eminente, de político, jurisconsulto y orador se complementa siempre en la acción necesaria para la siembra y fecundación de sus ideales, vale decir, en la política, en la verdadera política, -haciendo abstracción de todo partidismo- que es la mas acabada expresión de la vida cultural de un pueblo, en cuanto es síntesis de pensamiento y realización, esto es, de vida integral y autentica calidad del alma de una nación.

Por eso, no será necesario esperar que la Historia -esa 'guerra ilustre con la muerte', que dijiera el pensador hispano- recoja a este hijo de sus obras como un protagonista. Don Arturo Alessandri Palma, por su sola calidad humana es un trazo vivo de la evolución chilena.

Fueron vínculos afectivos los que determinaron la carrera política del 'joven endeble y descolorido, de rasgos delicados, lampiño y buenmozo ', según lo describe la certera pluma de Iris-:el cariño a la agridulce población y tierra de Curico, marco de su infancia, y el respeto hacia don Fernando Lazcano y don Federico Errazuriz, amigos del hogar paterno. A instancias de ambos, don Arturo Alessandri Palma, libra a los veintiocho años de edad, su primera lucha eleccionaria en el que fue considerado reducto del conservantismo.

'Soldado apuesto del Partido Liberal' -como lo calificara un periódico de la epoca- el candidato comprende, talvez instuye, que el triunfo seria de quien lograse la proximidad, la comunión emotiva popular; y luciendo una manta roja, recorrió varias veces, incansable, la provincia. En cada rancho campesino pudo apreciarse por los abandonados su gesto amistoso y su voz cautivante, y el pueblo, generoso y agradecido, respondió al llamado que por primera vez escuchaba a través de un espíritu semejante: al de esas campanas que, en los crepúsculos de la tierra sureña, inundan de misteriosa devoción el alma de los campos.

La fracción parlamentaria liberal errazurista gano otro miembro, esta vez, con la cuota electoral mas alta de toda la República

Transcurre un año. La extraordinaria habilidad políticas del Jefe del Estado le permite enervar la oposición mayoritaria del Congreso con la incorporación, al Gabinete Walker-Latorre, del flamante parlamentario llamado a servir la cartera de Industrias y Obras Publicas.

Pero, habré de declinar, señores, la invitación que me formula el joven ministro, desde el sobrio retrato fotográfico de aquel Gabinete, para seguirle a través de su apasionante y apasionada trayectoria cívica. Los moldes de un discurso académico caerían hecho trizas. Permitidme, únicamente, subrayar dos momentos. Uno, en que cobra contornos definitivos la personalidad psicológica del gran político chileno por su extraña sensibilidad captadora de ansias invisibles, de angustias, de clamores y de silencios; me refiero a la campaña de Tarapaca, que le valió un apodo indeleble, compartido mas al del océano por un notable estadista y orador. Otro, aquel en que el candidato a la Presidencia de la República designado por la Convención Liberal, traza, en una vibrante y famosa pieza oratoria, su programa de gobierno y sintetiza su pensamiento politico-social.

La arcilla humana de nuestra Patria, plástica ya por la fervorosa y reiterada difusión de las ideas de justicia, solidaridad y progreso durante la jornada del Norte, encuentra moldes y sentido precisos, reivindicaciones concretas, en el discurso del 25 de Abril de 1920. La realidad chilena fue analizada por el orador en concordancia con las transformaciones totales de la Humanidad.

'De un extremo al otro del Universo, decía en uno de sus pasajes surge una exigencia perentoria, reconocida por todos los pensadores y por los mas eminentes estadistas, en orden a resolver con criterio de estricta justicia y equidad los derechos que reclama el proletariado en nombre de la solidaridad, del orden y la conveniencia social'.

'En una palabra -es el ex- Presidente quien sintetiza hoy, en obra polémica, su pensamiento y su programa de candidato estime que debía hacerse rápidamente la evolución para evitar la revolución y la hecatombe que, en cumplimiento de una ley histórica reiterada, ocurre siempre cuando la evolución se retarda'.

Conviene recordar la agitación fecunda de ideas e inspiraciones que los principios politico-sociales del señor Alessandri engendraron entonces. Si antes ocasiono la tormentas con el soplo de su pasión y de su lucha, de su voluntad y de su potencia creadora, ahora su palabra y su obra, vistas a través del tiempo, nos parece que afianzaron una revolución en los espíritus y construyeron un siglo de historia nacional.

Obra gigantesca fue la que se propuso reemplazar los ya demasiado profundos cimientos provisorios, por los definitivos de duro granito, para el porvenir de las generaciones que habían de utilizarla. El Gobierno popular quedo planteado en un anhelo permanente, como una decisión de las voluntades directivas del movimiento emancipador, es decir, empezaba a formarse una verdadera democracia, como una exigencia inmediata para salvar de un irreparable naufragio el bastimento común que ya se veía desmantelado y roto.

Desde su juventud demostró el señor Alessandri la sinceridad y profundidad de su sentir democrático. Una Patria unida a indisoluble era lo que buscaba como problema orgánico, y dentro de la Patria un Estado firme y representativo, fundado sobre la realidad nacional. Por eso lucho primero en l a calle, en la tribuna y en el Parlamento, y después desde la mas alta magistratura de la República; y por eso sus conciudadanos le oyeron y endiosaron, al por que ráfagas de odio sublevado por intereses ocasionales le denigraron y combatieron; y por eso también le arrojan del suelo nativo y recorre caminos lejanos donde multitudes afines peregrinan como las nuestras hacia la civilización y la libertad.

Dejemos que el tiempo juzgue si el Verbo se hizo plenamente Carne. Mi interés se dirige a la calificación del político para, en seguida, descubrir el medio que el tribuno y gobernante utilizo para la conducción del Pueblo.

Quien relea las frases finales del citado y memorable discurso, en que el candidato se proclama 'una amenaza para los espíritus reaccionarios, para los que resisten toda reforma justa y necesaria. . ., para los que no saben amar (al país), y no son capaces de hacer ningún sacrificio para servirlo. . . ' no vacilara en poner en sus labios este apóstrofe y esta auto-definicion de Francisco Bilbao: 'Y bien, innovador, he aquí lo que soy ; retrógrados, he ahí lo que sois ! '.

Este 'obrero de la democracia' -como así mismo se calificara el señor Alessandri- conoce y maneja para realizar sus construcciones y movimientos de masas, como no lo ha logrado otro político en el país, una herramienta y un arma poderosisima : su elocuencia.

Como hombre de palabra, es decir, como orador, ha sido un verdadero maestro. Tuve ocasión de oirle en mi primer viaje a Santiago, a raíz de su designación para la Presidencia de la República en 1920, en pleno apogeo de su popularidad. De léxico abundante, quizá no fuese excesivamente correcto, si se le hubiese juzgado con propiedad escrupulosa; pero era indiscutiblemente elocuente, no con floreos retóricos, sino con la elocuencia que brota de la convicción ardorosamente sentida y razonadamente comunicada, incisivo cuando quería; inolvidable, de gran intención política, de implacable critica de las cocas de entonces y de sus enemigos políticos; el orador se mostró duro, pero con gesto elegante, sin usar de recursos polémicos sino en la dosis precisa para dar firmeza a sus posiciones.

'Si yo tuviera que juzgar al señor Alessandri entre los oradores de Chile -dice don Carlos Silva Vildosola- no obstante sus notables discursos sobre grandes cuestiones como la enseñanza, sus alegatos jurídicos que tuvieron resonancia en los Tribunales, sus manifiestos políticos que suelen ser trozos de elocuencia indiscutible, lo clasificaría como uno de los que mejor han logrado en Chile el arte de conmover. Sus arengas mas felices en días de apasionada lucha tuvieron siempre la virtud de arrastrar en pos de su causa a los que le escuchaban. Impregnadas de un calor de humanidad, llegaban al corazón del pueblo. Sus oraciones tribunicias produjeron siempre impresión honda y sacudieron a su auditorio, parlamentario o de asamblea política, con la emoción que el mismo sentía al pronunciarlas'.

La experiencia del caudillo da un énfasis rotundo a los siguientes conceptos que vertira mas tarde el académico de la lengua:

'En todas las épocas de la historia, los hombres se han manifestado infinitamente sensibles a las atracciones de la elocuencia, y, por eso, ella ha sido siempre el principal motor de las acciones colectivas, funcionando así como el factor preponderante en la vida de las democracias''.

'La finalidad de la oratoria -expresa- consiste en traspasar las ideas, los sentimientos y las vibraciones espirituales del orador a sus oyentes para transformarlos en alma colectiva'.

Observemos que esta definición nos habla de la fuente y de los campos que va a inundar con sus aguas, pero nada nos, dice de como ella forma su caudal, succionando las entrañas de la tierra. Y en la oratoria del señor Alessandri se nos presenta integro el proceso de la elocuencia, ciclo cerrado de emoción que parte del alma nacional irrevelada, atraviesa el prisma de un temperamento y retorna a aquella proporcionandole su imagen de alma colectiva.

Perspicacia, observación, experiencia, Asimilación, sensibilidad, memoria, ductilidad, pasión, temperamento, voz y ademan realizan el milagro bellamente descrito por doña Ines Echeverría (Iris):

'Mientras vibre, su palabra ardiente y sonora, mecerá con canción de cuna la tristeza del proletariado. . . Vendrán otros después de el, trataran de imitarlo, pero el pueblo con ese maravilloso sentido de adivinación, que el alma colectiva presta a las mesas, seguirá a esos otros caudillos, por el acento que traigan de esa voz primera'.

1920 perdurara en la tradición como la fecha en que el Pueblo de Chile encuentra en un orador su lenguaje y con un caudillo, el camino de su redención.

No es, por cierto, una simple metáfora o un recurso literario lo que el señor Alessandri persigue al presentarnos con insistencia en sus piezas oratorias, en sus trabajos académicos y en sus obras de tesis, las que el denomina 'leyes biológicas' y 'leyes históricas', leyes naturales, en suma, aplicadas a la sociedad. Recordemos algunos conceptos suyos:

'Todos los organismos están sometidos a la ley biológica de su conservación, y las sociedades humanas, que forman los mas amplios y completos organismos conocidos, se rigen también por estas mismas leyes . . . Una ley biológica irresistible impone fuerzas dinámicas a todos los organismos en el sentido de adaptar sus funciones a las necesidades orgánicas de su crecimiento y conservación . . . Todo organismo vivo necesita también, para desarrollarse, una columna vertebral que es la base céntrica de su sistema funcional. Los pueblos, en que cada hombre representa el papel de una célula; necesitan una base sobre la cual descansar y, esta base, es lo que se llama la Constitución Política . . '.

Pero, entiendase bien, el pensamiento sicológico del señor Alessandri no milita, dentro de un frió determinismo, de un materialismo evolucionista. El hombre es una célula, si pero una célula motriz, generadora de energía, y por sobre todo, dotada de fuerzas espirituales. Las fuerzas espirituales que no mueren . . . Las fuerzas espirituales que actúan, corrigen y restaurant . . .

Por ello es que, sin contradicción, señala y enaltece, define y exhibe la misión del estadista y la acción del político.

Ley histórica es que la revolución se produce cuando la evolución se retarda.

'Ley histórica es que la normalidad y el orden alterados . . . se restablecen solo por la quietud y por la practica disciplinaria de los procedimientos alterados, por cuya razón la mas elemental previsión aconseja quitar del camino todo inconveniente, remover todo obstáculo que pueda inducir a provocar un nuevo trastorno cuyas consecuencias serian fatales y decisivas, en perjuicio de la prosperidad y progreso del país Y en tanto cuanto la Política es el alma integra de los pueblos civilizados y el Poder, no un fin sino un medio, la herramienta que entrega la democracia a sus obreros elegidos para que esculpamos el momento espléndido de la prosperidad y grandeza nacional, palabras textuales del señor Alessandri -al estadista- observación y estudio y al político experiencia y elocuencia corresponde abrir los cauces que ocupara el progreso, en movimiento indefinido. Cuando el instrumento parece ineficaz (en la remoción de los obstáculo cuya permanencia transforma la evolución en revolución), el instrumento debe romperse, arrojarse por inútil'.

El 25 de Septiembre de 1888, 'La libertad electoral', aventuraba el siguiente vaticinio con motivo de la sesión recientemente celebrada por el Ateneo de Santiago:

'El señor Alessandri, a pesar de sus pocos años, dio anoche pruebas de manejar con destreza y con suprema soltura una pluma llamada a darle mas tarde el renombre de escritor ameno y correctisimo'.

Su trabajo en prosa se titulo 'El poeta ante la mujer '. Meses después, daba a conocer un articulo que mereció la aprobación y aplauso de los Asistentes: 'Misterios de un rayo de luna'. Estas preocupaciones y ocupaciones literarias del entonces estudiante de derecho, no fueron obstáculo para que su interés se dirigiese al estudio critico de las 'Bases del nuevo plan de estudios legales', presentado por el Ministro de Instrucción Publica. La discusión abarco varias de las sesiones del Club del Progreso, a lo largo del mes de Mayo de 1889.

En Septiembre y Octubre del mismo año y en el citado Club, nuestro personaje aborda el problema del retorno al régimen metálico y, luego, el tema de la personería jurídica.

Frente a una tesis del señor Puelma Tupper, el postulante a Licenciado en Leyes y Ciencias, Políticas escribe y lee su trabajo denominado 'Algunas observaciones sobre la pena de muerte'. También en el Ateneo de Santiago, el señor Alessandri da a conocer un ensayo, 'La Economía Política no es el arte de hacer fortuna', en el cual -según el decir de la prensa de la época- se ocupo de refutar un sofisma muy común, cual es el de creer que la economía constituye un talismán que ha de traer la riqueza al que posee los secretor de la ciencia'.

en el tomo 82 de los Anales de la Universidad de Chile, correspondiente a los años 1892-93, se publica la tesis de prueba de don Arturo Alessandri Palma : 'Habitaciones para obreros Son escasas paginas preñadas de calor de humanidad y visión política.

En un momento en que imperaban sin contrapeso las doctrinas individualistas, empujadas desde la cátedra universitaria por Courcelle-Seneuil y Zorobabel Rodríguez, el joven licenciado enuncia valientemente la doctrina de que el problema de las habitaciones populares no es una cuestión de beneficencia, entregada a la iniciativa particular, sino un imperioso deber del Estado. Muchos de los puntos enunciados por el señor Alessandri en su trabajo permanecen aun en pie, y lejos de haberse alcanzado la solución que el ansia para las clases menesterosas, la crisis de la vivienda obrera se agudiza cada vez mas por el incremento de la población.

El 2 de Enero de 1893 la Corte Suprema de Justicia le otorga el diploma para el ejercicio de la profesión de Abogado. El nuevo profesional hace dejación de su cargo de bibliotecario y se da por entero a la difícil tarea de formarse una clientela. 'Recogí -cuenta el protagonista a Armando Donoso- los papeles de mi abuelo, en donde había antecedentes emanados del Rey Víctor Manuel II y Camilo Cavour, y, con ellos a cuesta, recorrí todos los negocios del comercio italiano para pedirles trabajo profesional, invocando los precedentes de mi ascendencia'.

Fue ante una mujer, colega de profesión, que don Arturo Alessandri, miembro entonces del bufete de don Eliodoro Yañez, tuvo su estreno y su primera derrota, alegando en estrados judiciales. A partir de entonces, los asuntos mas bullados y cuantiosos pasaron por sus manos. El señor Alessandri recordaba no hace mucho, con legitimo orgullo, el alto porcentaje de sus éxitos.

Constituyen los alegatos y discursos el mayor volumen de la producción jurídica. que debemos al señor Alessandri. No es improbable que en ellos la profundidad ceda el paso a los recursos polémicos y que la pureza de la forma se troqué con la ruda incisividad de la argumentación.

Las lides políticas no pan dejado largos espacios de serenidad para que don Arturo Alessandri Palma vaciase en obras extensas su grande acerbo de lecturas, y por sobre todo, de experiencias. Porque, preciso es decirlo, el nuevo académico, si bien lleva su frente con miras al ideal, sus pasos van medidos sobre las huellas de los hechos. Don Arturo es, por sobre todo, en sus creaciones y realizaciones jurídicas, un empírico.

En algunas oportunidades, distrajo, robandole momentos al sueno, su tiempo a las exigencias de orden político para componer discursos de tesis jurídica. o de incorporación académica, que si no lograron, por la causa anotada, perfectibilidad en la sistematización y profundidad exhautiva en el tema, representan piezas oratorias felicísimas en el encuadre de las materias y de los personajes y en la defensa de las tesis que por tanto tiempo acariciara el jurisconsulto y el hombre de letras. De esta naturaleza es la pieza oratoria con que ingresa a la Academia Chilena de la Lengua en 1935, al igual que lo fue el discurso pronunciado, a petición del Centro de Estudiantes de Derecho, en defensa del proyecto de reforma Constitucional de 1925.

El discurso que acabáis de oír es, sin duda, uno de los importantes trabajos académicos del señor Alessandri. mas que una pieza oratoria protocolar es un verdadero libro en que se explican razonadamente, en su origen histórico y filosófico, las mutaciones que ha experimentado nuestro Derecho Positivo en el Siglo XX. Nadie estaba mejor capacitado que el nuevo académico para tratar este tema, por haber sido el verdadero promotor y en gran parte realizador de esta transformación del pensamiento Jurídico nuestro hacia el realismo social; y ningún momento mas a propósito que este para pacer un examen científico de nuestra modalidad jurídica.

En efecto, se aproximan tiempos de prueba que han de exigirnos graves responsabilidades. La marca de los pueblos ascenderá, con ritmo vertiginoso, apenas se desplome el edificio que, como una Bastilla gigantesca, ha levantado la fuerza sobre un abismo de sangre y de lagrimas. En ese momento, ya cercano, será necesario adelantarse a trazar la norma jurídica. Que pueda contener y moderar el impulso de las pasiones desatadas habrá que recoger y Asimilar las experiencias que han aportado los acontecimientos universales, y organizar jurídicamente la situación económica de nuestro pueblo y la explotación eficiente de nuestra riqueza con normas equitativas en la distribución de los beneficios.

Este trabajo exigirá verdaderos técnicos del derecho, es decir, jurisconsultos con sentido social de su responsabilidad, que es, precisamente lo que trata de hacer nuestra Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. La tarea fundamental de la Universidad es la de formar el hombre moderno, consciente y responsable, apto para dominar la época en que le corresponderá actuar.

En la conciencia publica esta la intensa participación que le ha cabido a don Arturo Alessandri Palma en la historia legislativa de Chile durante los cuatro últimos decenios. No me es dable analizar en su detalle tan extraordinario acopio de antecedentes, de iniciativas, de luchas, de triunfos y, a veces, de incomprensiones por parte de quienes debieran purificarse de sus pasiones partidistas para sentar justicia histórica Su discurso no necesita comentarios en este punto, ya, que los hechos hablan por si solos.

En dos campos jurídicos será inolvidable la figura del señor Alessandri, y su palabra y sus escritos, fuentes imperiosas por a la investigación del intenso periodo de evolución social, económica y legislativa que Chile inicia con el siglo que vivimos y que intensifica en 1920. Me refiero a la Carta Política de 1925 y a la Legislación Social.

Los afanes de la vida cívica. y de las luchas profesionales impidieron que el señor Alessandri estuviera también por otra causa íntimamente ligado a esta Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. El señor Alessandri Palma fue designado profesor de la cátedra de Derecho Natural, vasto campo para el vuelo de sus raciocinios y para los impulsos de su corazón; pero debía alejarse de ella absorbido por otros deberes, viajero de otras rutas.

Alejado hoy definitivamente de las candentes luchas políticas, su retorno a esta Facultad es un símbolo, a la vez que el reinicio de un trabajo en un campo que la prodigiosa actividad y el preclaro talento del señor Alessandri no alcanzaron a vivificar.

Al descender la colina de su fecunda existencia, Don Arturo Alessandri Palma puede estar orgulloso de la inmensa labor que le cupo realizar en pro del mejoramiento colectivo y de las clases menos favorecidas económicamente en la haz de la República Pero esta tarea que día a día se ve mas clara y precisa gracias a las perspectivas del tiempo, tuvo que ser ejecutada con penalidades y sinsabores infinitos, que ni aun con toda su amargura fueron capaces de agotar las energías de este máximo luchador de la democracia Americana.

Ninguno como el, entre los gobernantes de Chile, ha vivido horas de intensidad y angustia mas efectiva. Cuando en las tormentas políticas del año 1915 su nombre fue bandera de redención. En la provincia de Tarapaca, nadie creía, sin embargo -a pesar de la certeza de las multitudes del norte en la vehemencia de su caudillo- que el señor Alessandri volvería vencedor. Y cuando el triunfo corono esa etapa formidable de nuestras contiendas partidistas, junto con oír el eco de los aplausos del pueblo del desierto, un sentimiento de estupor sacude a los viejos organismos representantes de la tradición y la permanencia inmutable de las antiguas formas Republicanas.

Desde entonces, su vida es un combate sin tregua; al principio Para reformar los viejos moldes Constitucionales de acuerdo con las ultimas modalidades de la evolución democrática; y después, para defender la nueva Carta, ajustarla en los rieles del respeto y el deber ciudadanos y darle la seguridad de una firme permanencia en el tiempo. Cien años antes había sido también la tarea de Portales.

De seguro que en esta obra de gobernante y de guardián de la norma jurídica. fundamental, habrá errores cometidos y criticas por placer. Ningún grande hombre de Estado del mundo ha podido jamas librarse de caer en aquellos y de no merecer, aunque sea en parte, el acíbar de estas. El señor Alessandri no ha sido una excepción en la historia, y puede que por la misma característica tempestuosa de su existencia, ambas tuvieron para el, en algunos casos, excepcionales caracteres de violencia. Muchas veces habrá cedido el mismo a la sobreexcitación del combate y a su propio temperamento a impulso; pero el no oculto jamas sus imperfecciones ni desconoció sus errores; y bien pudo el ilustre chileno, que en estos momentos entra a ocupar el sitio que merece en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile, repetir aquella pagina inmortal de la vida parlamentaria de Sarmiento en que compara su existencia con aquellos ríos torrentosos, que salen puros y transparentes de la gruta primitiva, bajan con estrépito la montaña y, recorriendo el largo y tortuoso cauce, se echan sobre los llanos sedientos, para fecundarlos con el caudal de sus aguas, llenas de impurezas arrastradas a su paso, pero también repletas de limo regenerador. Símil admirable -dice un pensador argentino- en cuyo Tondo se lee una confesión ejemplar; correctivo discreto, de la falsa moralidad, que exige ideales puros a imposibles, y enseña que no consiste la virtud cívica. perfecta en la ausencia absoluta de pecado o error, si no en la persistencia, sinceridad y honradez del propósito dominante en la vida del hombre publico.

Estas palabras bien podría repetirlas, con la adaptación a nuestro medio y ambiente, don Arturo Alessandri Palma.

Esa ha sido su existencia, pero con la suerte de poder contemplar, en la noble tarde de su vida, la consideración unánime de los. Que aman a Chile y respetan en sus grandes servidores las virtudes que la polvareda del combate no permitió distinguir algunas veces.

En la tranquila tibieza de un hogar, ejemplar, rodeado del cariño de sus hijos, que el forjo rectos y eficientes, tanto por amor de padre como por convicciones de ciudadano, ahora el ilustre Mandatario puede mirar tranquilo el fallo de la historia, y decir con filosófica seguridad, a los que aun no han querido comprenderlo, lo que Eneas decía a sus compañeros incapaces de captar la hora intensa que vivían: 'FOR SAN ET HAEC OEIM MEMINISSE JUVABIT'. 'Puede ser que algún día os fascinen estos recuerdos'. (1).

Nota

(1)

ENEIDA.-Lib. I, 203)

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